Cedro

martes, 18 de abril de 2023

El perro Canelo

 


sábado, 9 de noviembre de 2013



El perro Canelo

Canelo, convivía con su amo con el que había fraguado una amistad de largos y felices años, llegando los dos a tener una avanzada edad.

Desde mucho tiempo, salían diariamente a dar paseos por el pueblo; Canelo comprendía por la rutina las exigencias de su amo, cuando lo llamaba, Canelo iba a ver lo que le ordenaba, con paso pronto pero sin correr, porque los años le pesaban y ya no era el perro juguetón, que había sido de cachorro; si su amo cogía la correa, se ponía contento, ya que sabía que salía a la calle; al decirle: quieto, se sentaba hasta que de nuevo le dijera: vamos; y cuando lo llamaba con silbidos cortos, comprendía que era la hora de comer, en fin, se entendían tan bien que era el perro ideal para su amo.

Un día no encontrándose bien su amo, se fueron los dos camino del hospital y en el recinto le dijo su amo:
-Canelo quédate aquí quieto, que tengo que entrar, quieto.
Y el perro se quedó allí sentado entendiendo la orden que le había dado su amo, pasaron los días y el perro seguía esperando, pasó una semana y el amo falleció, pero Canelo inconsciente de lo que había ocurrido, siguió esperando, tan solo se ausentaba para beber agua, ya que los trabajadores y caminantes, sabedores de la historia del perro le echaban algo de comer, cuando hacía calor buscaba la sombra y cuando llovía o hacía frío, buscaba resguardo, pero seguía allí, esperando al amigo que nunca lo abandonaría y transcurrido un año, Canelo también partió junto a su amo.

Moraleja: amigo de fiel empeño, es el perro con su dueño.



El jardín de la alegría

Un sabio, recibió la visita de un hombre, angustiado por la falta de alegría y felicidad.

El infeliz hombre, preguntó:
-¿Dónde puedo encontrar la alegría duradera y la felicidad constante?
El sabio respondió:
-Esa clase de alegría y felicidad, está en la semilla de una flor que hay en el jardín de una familia que jamás tuvieron desgracia alguna, solo tienes que buscarla.
Y el hombre marchó a buscar la flor, pero preguntó por la familia afortunada y todos contestaban lo mismo:
-No, no conozco a nadie así.
Defraudado, el hombre de nuevo ante el sabio, le dijo:
-No encontré una familia con esa dicha.
-No la hallarás porque no existe. -Afirmó el sabio.
-Y si ya lo sabías, ¿por qué no me avisaste? -Preguntó el hombre.
El sabio respondió:
-Porque debes aprender, que la vida está hecha de alegrías y desgracias, y que a un tiempo malo sigue otro bueno, pero nada es duradero.

Moraleja: como la noche al día, sigue el pesar a la alegría.


El almendro

Se propuso un padre, que sus cuatro hijos aprendieran a no juzgar a los demás por las apariencias.

Para ello, mandó a cada uno en diferentes estaciones a un sembrado donde había un almendro, para que le contaran como era el árbol.

El primero fue en invierno y vio el almendro, mustio y parecía estar seco. El segundo fue en primavera y el árbol estaba lleno de flores blancas, era una de las cosas más bellas que había visto en su vida. El tercero fue en verano y lo vio repleto de almendras, esos frutos secos tan buenos que su madre utilizaba en la cocina. Y el cuarto fue en otoño y vio el almendro con las hojas amarillentas y le pareció un árbol común que no tenía nada de especial.

Cuando el último de los hermanos estuvo de vuelta, el padre los llamo para que les relatara lo que habían observado, y tras contar cada uno su experiencia, se quedaron asombrados ya que nada de lo que habían visto cada hermano, correspondía con lo contemplado por los otros.

El padre les explicó que todos habían observado una etapa diferente del almendro y así igualmente les ocurre a las personas, en un momento determinado dan una apariencia que no es la que tienen normalmente.

Moraleja: mala y engañosa ciencia, es juzgar por las apariencias.


Las adversidades

No hace mucho, una madre; que su hija llegó a una total desesperación, debido a las adversidades que continuamente soportaba.

Quiso ayudarle con un ejemplo y le dijo:
-Hija, vamos a poner tres recipientes con agua, al fuego, hasta que hiervan.
Cuando comenzaron a hervir, echó en uno de ellos patatas, en otro huevos y en el último granos de café. Los dejó cocer un buen rato y le comentó:
-Ves las patatas, pues toca; ves el huevo, pártelo; ves el café, pruébalo.
Y la hija sorprendida, se dio cuenta de que las patatas eran duras y pasaron a ser tiernas; el huevo que era frágil, paso a ser duro; y el café seguía igual, pero había cambiado el color y el sabor del agua, además del ambiente con su aroma. Intrigada por lo que hacia su madre, preguntó:
-¿Qué quiere decir todo esto? Madre.
Y la madre respondió:
-Que la vida es como el agua hirviendo, ¿tú que quieres ser con las adversidades? Dura y después blanda; frágil y luego dura; o quieres aprender de la adversidad y cambiar el mundo.

Moraleja: enseña más la adversidad, que diez años de universidad.



Así es la vida

El anciano era pobre, pero hasta el Rey lo envidiaba porque
poseía un hermoso caballo blanco.

Le ofrecieron una gran cantidad de dinero por el caballo,
pero el anciano decía:

―Para mí, no es un caballo, es como una persona y menos
aún, podría vender a un amigo.

Un buen día, descubrió que el caballo ya no estaba en el establo, y todo el pueblo se reunió para criticar al anciano:

―Viejo estúpido, sabíamos que algún día te robarían el caballo. Habría sido mejor que lo hubieras vendido. ¡Qué desgracia!

Y dijo el anciano:

―No saquen las cosas de quicio, simplemente el caballo no
está en el establo; todo lo demás, es su propio juicio. ¿Quién sabe si es una desgracia o una suerte, lo que va a suceder mañana?

La gente se burló del anciano, ya que siempre habían sospechado que estaba un poco loco. Pero al cabo de unos días, el caballo regresó y trajo consigo una docena de caballos salvajes.

De nuevo se reunió la gente diciendo:

―Tenías razón viejo. No fue una desgracia sino una verdadera suerte.

―Están yendo demasiado lejos, ―dijo el anciano. ―Digan
que el caballo ha vuelto, ¿quién sabe si es una suerte o no?

En esta ocasión la gente no pudo decir mucho más, pero
por dentro pensaban que el viejo estaba equivocado ya que habían llegado doce caballos.

El anciano tenía un hijo, que comenzó a domar los caballos
y una semana más tarde se cayó de uno de ellos y se rompió
una pierna. La gente volvió a reunirse para juzgarle:

―Una vez más tuviste razón, es una desgracia. Tu hijo ha
perdido la movilidad de su pierna y a tu edad él era tu única
ayuda. Ahora estás más pobre que nunca.

A lo que le respondió el anciano:

―Están siempre juzgando, pero no hace falta ir tan lejos,
sólo digan que mi hijo se ha roto una de las dos piernas y nadie sabe si es una desgracia o una fortuna.

Sucedió que pocas semanas después, el país entró en guerra
y todos los jóvenes eran llevados por la fuerza al ejército.
Sólo se salvó el hijo del anciano porque estaba lisiado. El pueblo entero lloraba desconsolado, ya que era una guerra perdida y presentían que la mayoría de los jóvenes no iban a regresar, por lo que reprocharon al anciano:

―Tenías razón viejo, era una fortuna, tu hijo aunque tullido,
aún sigue contigo, pero los nuestros se han ido para siempre.

Y el anciano volvió a responder:

―Siguen juzgando. Sólo digan que sus hijos han sido obligados a unirse al ejército y que mi hijo no ha sido requerido. Sólo Dios sabe si es una desgracia o una suerte que así suceda.

Moraleja: serás feliz hasta la muerte, si te conformas con tu
suerte.

¿El mal existe?

En la Universidad de Berlín, durante una conferencia, uno de los profesores desafío a los alumnos con la siguiente pregunta:
-¿Creó Dios todo lo que existe?
-Sí, Él creó todo lo que existe. -Respondió valientemente un joven.
El profesor, dijo:
-Si Dios creó todo lo que existe, ¡entonces Dios hizo el mal, ya que el mal existe! Y Dios es malo, porque creo el mal.
El joven calló con la respuesta, y el profesor quedó satisfecho de haber probado, una vez más, que la religión era un mito.

Otro estudiante levantó la mano y dijo:
-¿Puedo hacerle una pregunta, profesor?
-Claro que sí, -respondió el profesor.
-Profesor, ¿el frío existe? -Preguntó el estudiante.
-¿Pues claro que existe, ¿o acaso nunca sentiste frío? -Contestó el profesor.
-En verdad, señor, el frío no existe. -Respondió el estudiante. -Según la física, lo que es frío, en realidad, es la ausencia de calor. El hombre creó esa definición para describir la sensación que sentimos cuando no tenemos calor.
-Y, ¿existe la oscuridad? -Continuó preguntando el estudiante.
-Por supuesto que existe. -Dijo el profesor.
El estudiante le respondió:
-La oscuridad tampoco existe; la oscuridad, en realidad, es la ausencia de luz,
la luz podemos estudiarla, pero la oscuridad, no. La oscuridad es una definición del hombre para describir la ausencia de luz.

Finalmente, el estudiante preguntó nuevamente al profesor:
-Señor ¿El mal existe?
El profesor respondió:
-Por supuesto, todos los días vemos robos, crímenes, violencia en todo el mundo. Eso es cosa del mal.
-No Señor, el mal no existe por sí mismo. -Dijo el estudiante. -El mal es la ausencia del bien; el mal es una definición del hombre para describir la ausencia de Dios.
-Dios no creó el mal. El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos. Es igual al frío cuando no hay calor, o con la obscuridad cuando no hay luz.

El estudiante fue aplaudido por los demás alumnos y el maestro, permaneció en silencio. El director de la Universidad, se dirigió al joven estudiante y le preguntó:
-¿Cuál es tu nombre?
-Me llamo,
Albert Einstein.

Moraleja: si el mal no fuese sentido, el bien no sería conocido.


La mariposa y el sabio

Un hombre vivía con sus dos hijas que eran curiosas e inteligentes y siempre estaban haciendo preguntas.

A veces el hombre sabía responder, pero la mayoría, no tenía ni idea de las respuestas. Y como pretendía darles la mejor educación, mandó las niñas de vacaciones a casa de un sabio que vivía en lo alto de la colina.

El sabio respondía siempre a todas las preguntas sin ningún tipo de duda, aunque impacientes con el sabio, las niñas decidieron inventar una pregunta que él no pudiera responder, así que un día una de ellas capturó una mariposa con la que pensaba engañar al sabio.
-¿Qué vas a hacer? -Preguntó su hermana.
-Voy a esconder la mariposa entre mis manos y preguntaré al sabio si está viva o muerta. Si él dice que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que está viva, la apretaré y la aplastaré. De esta manera, cualquiera que sea su respuesta, será una respuesta equivocada.

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio, que estaba meditando.
-Tengo aquí una mariposa. Dígame, sabio, ¿está viva o muerta?
Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:
-Depende de ti... Ella está en tus manos.

Moraleja: embustes y cuentos, de uno nacen ciento.


El avaro Donaciano

Donaciano, sólo vivía para su fortuna y sus bienes.

Tenía varias personas trabajando a su cargo, en la casa y en la tienda, la única del pueblo; su desconfianza le llevaba continuamente a contar el dinero y la mercadería existente, ya que no se fiaba de nadie.
Un buen día, Donaciano, se levantó muy temprano porque su avaricia enfermiza, le decía que sus empleados le engañaban, ya que las ventas habían descendido por motivo de que algunos compradores iban al pueblo vecino, que les ofrecían mejores precios y más facilidades. Escusa que le dio su tendero y no aceptándola, enfurecido le dijo:
-Ladrón, me estás robando, ladrón.
Y el empleado, ante los insultos, abandonó su puesto de trabajo para nunca volver.

Donaciano, también desconfiaba de su criada, que como era normal, todos los días le pedía dinero para hacer la compra y llegó el momento en que le gritó:
-Ladrona, me estás robando la comida, ladrona.
Y la criada dejo la casa, al oír las ofensas.

En la tienda, tenía la gran ayuda de su hermano, que le quería, pero sufría la avaricia que experimentaba e intentaba que razonase, cosa prácticamente imposible para Donaciano; y llegado el día desconfió también de su hermano, insultándolo:
-Ladrón, me has robado junto con los otros, ladrón.
A lo que su hermano, muy triste, abandonó el trabajo.

Sólo, completamente sólo, se vio el avaro, ya no tenía empleados, ni familiares que le visitasen y casi, ni clientes, aunque el pensaba que mejor así, ya que todo el que se le acercaba era sospechoso.

Una noche mientras dormía, a Donaciano le despertó sorprendido una presencia en la habitación y le preguntó:
-¿Qué quieres? ¿Me vas a robar?
Y la presencia le contestó:
-Si, vengo a llevarme tu vida.
Y el avaro Donaciano, feneció.

Moraleja: la avaricia y la ambición, congelan el corazón.


jueves, 7 de noviembre de 2013

La venganza

Era un hombre que había sido ofendido y humillado gravemente, y para vengarse con la mayor crueldad, fue a consultar con un sabio.

El sabio lo escuchó atentamente, y ante las intenciones del hombre de matar a su enemigo, le dijo lo siguiente:
-Has lo que debas hacer, pero antes, consúltalo durante un buen rato con el gran roble que te proporcionará lucidez.
Y así lo hizo el hombre, meditó y más tranquilo, volvió junto al sabio para decirle:
-Lo he pensado mejor, creo que no lo mataré, tan solo lo apalearé para que aprenda.
-Bueno, has lo que tengas que hacer, -dijo el sabio. -Si bien, antes debes reflexionar un tiempo bajo el roble.
De nuevo volvió a pensarlo el hombre, ya más calmado, para luego comunicar al sabio su decisión:
-Creo que no lo apalearé, tan solo le diré el daño que ha hecho delante de todos, para que se avergüence.
-Bien, has lo que quieras hacer, -afirmó el sabio. -Aunque antes debes razonar ante el gran roble.
Una vez más el hombre pensó un rato y con serenidad, regresó ante el sabio para contarle:
-Pensándolo detenidamente, creo que no era para tanto, iré a ver mi ofensor y le perdonaré, porque seguro que él también está arrepentido.
El sabio le respondió:
-Es justo lo que pretendía que hicieras desde un principio, ya que es lo más sensato y razonable; pero tenías que descubrirlo por ti mismo.

Moraleja: la venganza no es buena, mata el alma y la envenena.


domingo, 3 de noviembre de 2013

El Señor sin grandeza

El Señor feudal, gobernaba con dureza a sus súbditos.

Un buen día, salió del castillo con el séquito, y por las calles del pueblo por donde pasaba, los vasallos iban inclinándose a su paso en señal de obediencia; todos, menos un fraile al que llamó a su presencia con el fin de someterlo, y para dar así ejemplo a los demás, le dijo con severidad:
-¿Por qué no me reverencias, a caso es que eres más noble que yo?
El fraile contestó:
-No, no soy más noble, pero tampoco tengo menos grandeza, ya que no tengo que servirme del poder y del miedo como haces, para que todos te tengan pleitesía.
Asombrado el Señor, que tenía aspecto de duro, pero en el fondo era justo, le preguntó:
-¿Cómo se alcanza la grandeza?
Y el fraile afirmó:
-La única forma de obtener grandeza, consiste en servir con humildad a todos.

Moraleja: cuanta más grandeza, más llaneza.

Dedicado a mi hijo: L. Eduardo.