Se
propuso un padre, que sus cuatro hijos aprendieran a no juzgar a los
demás por las apariencias.
Para
ello, mandó a cada uno en diferentes estaciones a un sembrado donde
había un almendro, para que le contaran como era el árbol.
El
primero fue en invierno y vio el almendro, mustio y parecía estar
seco. El segundo fue en primavera y el árbol estaba lleno de flores
blancas, era una de las cosas más bellas que había visto en su
vida. El tercero fue en verano y lo vio repleto de almendras, esos
frutos secos tan buenos que su madre utilizaba en la cocina. Y el
cuarto fue en otoño y vio el almendro con las hojas amarillentas y
le pareció un árbol común que no tenía nada de especial.
Cuando
el último de los hermanos estuvo de vuelta, el padre los llamo para
que les relatara lo que habían observado, y tras contar cada uno su
experiencia, se quedaron asombrados ya que nada de lo que habían
visto cada hermano, correspondía con lo contemplado por los otros.
El
padre les explicó que todos habían observado una etapa diferente
del almendro y así igualmente les ocurre a las personas, en un
momento determinado dan una apariencia que no es la que tienen
normalmente.
Moraleja:
mala y engañosa ciencia, es juzgar por las apariencias.
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