Cedro

sábado, 9 de noviembre de 2013

El avaro Donaciano

Donaciano, sólo vivía para su fortuna y sus bienes.

Tenía varias personas trabajando a su cargo, en la casa y en la tienda, la única del pueblo; su desconfianza le llevaba continuamente a contar el dinero y la mercadería existente, ya que no se fiaba de nadie.
Un buen día, Donaciano, se levantó muy temprano porque su avaricia enfermiza, le decía que sus empleados le engañaban, ya que las ventas habían descendido por motivo de que algunos compradores iban al pueblo vecino, que les ofrecían mejores precios y más facilidades. Escusa que le dio su tendero y no aceptándola, enfurecido le dijo:
-Ladrón, me estás robando, ladrón.
Y el empleado, ante los insultos, abandonó su puesto de trabajo para nunca volver.

Donaciano, también desconfiaba de su criada, que como era normal, todos los días le pedía dinero para hacer la compra y llegó el momento en que le gritó:
-Ladrona, me estás robando la comida, ladrona.
Y la criada dejo la casa, al oír las ofensas.

En la tienda, tenía la gran ayuda de su hermano, que le quería, pero sufría la avaricia que experimentaba e intentaba que razonase, cosa prácticamente imposible para Donaciano; y llegado el día desconfió también de su hermano, insultándolo:
-Ladrón, me has robado junto con los otros, ladrón.
A lo que su hermano, muy triste, abandonó el trabajo.

Sólo, completamente sólo, se vio el avaro, ya no tenía empleados, ni familiares que le visitasen y casi, ni clientes, aunque el pensaba que mejor así, ya que todo el que se le acercaba era sospechoso.

Una noche mientras dormía, a Donaciano le despertó sorprendido una presencia en la habitación y le preguntó:
-¿Qué quieres? ¿Me vas a robar?
Y la presencia le contestó:
-Si, vengo a llevarme tu vida.
Y el avaro Donaciano, feneció.

Moraleja: la avaricia y la ambición, congelan el corazón.


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