Cedro

sábado, 9 de noviembre de 2013



El perro Canelo

Canelo, convivía con su amo con el que había fraguado una amistad de largos y felices años, llegando los dos a tener una avanzada edad.

Desde mucho tiempo, salían diariamente a dar paseos por el pueblo; Canelo comprendía por la rutina las exigencias de su amo, cuando lo llamaba, Canelo iba a ver lo que le ordenaba, con paso pronto pero sin correr, porque los años le pesaban y ya no era el perro juguetón, que había sido de cachorro; si su amo cogía la correa, se ponía contento, ya que sabía que salía a la calle; al decirle: quieto, se sentaba hasta que de nuevo le dijera: vamos; y cuando lo llamaba con silbidos cortos, comprendía que era la hora de comer, en fin, se entendían tan bien que era el perro ideal para su amo.

Un día no encontrándose bien su amo, se fueron los dos camino del hospital y en el recinto le dijo su amo:
-Canelo quédate aquí quieto, que tengo que entrar, quieto.
Y el perro se quedó allí sentado entendiendo la orden que le había dado su amo, pasaron los días y el perro seguía esperando, pasó una semana y el amo falleció, pero Canelo inconsciente de lo que había ocurrido, siguió esperando, tan solo se ausentaba para beber agua, ya que los trabajadores y caminantes, sabedores de la historia del perro le echaban algo de comer, cuando hacía calor buscaba la sombra y cuando llovía o hacía frío, buscaba resguardo, pero seguía allí, esperando al amigo que nunca lo abandonaría y transcurrido un año, Canelo también partió junto a su amo.

Moraleja: amigo de fiel empeño, es el perro con su dueño.



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